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El papel de la ciencia en Colombia: Consideraciones estratégicas (página 2)



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Al ser Colombia un país en desarrollo, la estructura de Ciencia y Tecnología, así como la mayoría de sus grandes avances, se han construido en los últimos 40 años. De hecho, el punto de partida institucional más significativo ocurre en 1968, año en que se creó Colciencias, siguiendo la política de otros estados latinoamericanos en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial para proporcionar mecanismos de apoyo y fomento de la investigación científica (Patarroyo, 1998). Aun así, fue un proceso pasivo y con muchas limitaciones de apoyo financiero por el estado; tanto así que para 1974, las políticas gubernamentales de desarrollo de Ciencia y Tecnología a nivel nacional no estaban claramente definidas ni como plan de desarrollo ni como marco operacional (Colciencias, 1974). Esto permite entrever que desde la misma creación de Colciencias, la organización de la ciencia en Colombia nació desarticulada y conformada por iniciativas deficientes al momento de ejecución.

Según el Departamento Nacional de Planeación (2006), el desarrollo histórico de las actividades científicas y tecnológicas en Colombia, puede clasificarse en tres grandes periodos, siendo el último aquel que ha impulsado de manera más importante el tema: 1) 1968 a 1989, donde se abrió paso de la investigación individual a la institucional, se crearon grupos de investigación y se formó un muy buen recurso humano, de hecho se prepararon quienes hoy son notables científicos colombianos como Rodolfo Llinás, Manuel E. Patarroyo y Elkin Lucena; 2) 1990-1999, donde se promulga por primera vez una ley de Ciencia y Tecnología y se constituye formalmente el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (SNCyT) bajo la ley 29 de 1990, el Decreto 585 de 1991 y la Constitución Nacional; 3) 2000-Actualidad, donde se hacen esfuerzos por adecuar el conocimiento generado a estándares internacionales, por poner las capacidades desarrolladas al servicio del sector productivo y donde la ley 1286 de 2009 (Colombia Congreso Nacional de la Republica, 2009) transforma a Colciencias en un Departamento Administrativo asegurando más recursos para la investigación y participando en el Conpes, en el consejo de ministros y en el planteamiento de una orientación estratégica de la Ciencia, Tecnología e Innovación como verdadera política de estado.

Se observa entonces un papel de la ciencia poco influyente e impactante (Daza y Arboleda, 2007) en el desarrollo tecnológico y económico colombiano, y además significativamente rezagado frente a al contexto latinoamericano y sobre todo mundial (Alcorta y Peres, 1998). Son muchos los factores que han incidido en el retraso y lento avance de la ciencia en Colombia y sobre el tema se han elaborado algunos escritos (Aldana et al, 1996; Charum y Olaya, 2000; Departamento Nacional de Planeación, 2006; Gomez, 2007; Ordoñez, 2000), pero existe un factor clave y estructural que ha golpeado la ciencia en el país: la falta de una línea de continuidad en los gobiernos pasados frente a la búsqueda de condiciones similares y favorables para el desarrollo de la ciencia. Cada gobierno entrante (Departamento Nacional de Planeación, 2006), se ha preocupado por establecer planes cuatrienales de gestión, limitándose al alcance de estos años, a veces desconociendo los constituidos previamente, y lo más crítico de todo, trabajando con una visión de corto plazo –y por ende bajo impacto- no solo el desarrollo de la ciencia sino también de aspectos económicos, sociales, políticos, ambientales, etc. La ausencia de estos hilos conductores, que sirvan además de puentes entre un gobierno y otro, ha repercutido entre otras cosas, en que no haya sido sino hasta el 2009 cuando a través de una Ley (y también mediante la propuesta del gobierno de Alvaro Uribe con Visión 2019), cuando se pretenda gestionar la ciencia como una política de estado, a largo plazo y además como un plan estratégico, con objetivos tangibles, responsabilidades, plazos, métrica y entregables, es decir como algo más parecido a una "poderosa maquinaria" de ciencia.

En términos de Ciencia y Tecnología, Colombia enfrenta importantes retos para poner y fortalecer el conocimiento generado, al servicio de sus sistemas productivos, económicos, sociales y ambientales. Para esto, es prioritario eliminar o mitigar barreras tales como (Departamento Nacional de Planeación, 2006): 1) Baja inversión nacional en Ciencia y Tecnología, utilizando una metodología que siga los lineamientos de la UNESCO para medir el monto, cambiando la concepción de Gasto a Inversión (Salazar et al, 2006), pasando del 0,37% del PIB al 2% en 2019 y consolidando nuevas fuentes de financiación. 2) Capacidades científicas y tecnológicas en ascenso pero aún lejos de estándares internacionales, incrementando sustancialmente el número de grupos de investigación, los magísteres y doctores, publicaciones internacionales, investigadores y patentes; dinamizar el crecimiento regional de algunos departamentos con alto potencial de desarrollo pero lento progreso registrado. 3) Falta de mecanismos jurídicos en el SNCyT que se traduce en un inadecuado nivel de operatividad del sistema, diseñando y estableciendo procesos para reflejar la voluntad política y prioridad del gobierno a la ciencia, para vincular activamente al sector productivo y a la sociedad, y para construir y fortalecer el capital social en Ciencia y Tecnología. 4) Escasa Vocación científica y de investigación en los jóvenes y en las universidades colombianas, aumentando incentivos de docencia hacia investigación en instituciones educación superior, reestructurando escalas salariales y desarrollando planes que incrementen el interés científico desde la educación temprana. 5) Baja valoración de la importancia del desarrollo de actividades científicas y tecnológicas en la sociedad colombiana y particularmente por parte del empresariado nacional, desarrollando planes de comunicación y estrategias que aumenten la valoración de los colombianos sobre la importancia de producir, adaptar, transformar, modificar y usar el conocimiento; incrementar la confianza de los empresarios colombianos en el papel del conocimiento como fuerza motriz de sus organizaciones. 6) Baja utilización del conocimiento en la actividad económica y de producción para la exportación, diversificando la oferta agrícola exportable, incrementando el uso de la tecnología como catalizador en la generación de valor agregado y modificando las estructuras productivas hacia unas más intensivas en conocimiento y no en recursos naturales. 7) Baja interrelación UniversidadEmpresa, vinculando efectivamente el aprendizaje al proceso de mejoramiento tecnológico de las empresas y rompiendo las actuales relaciones distantes con proyectos de beneficio reciproco. 8) Necesidad de una mayor apropiación y promoción de la investigación y desarrollo tecnológico en diferentes sectores y temas de relevancia para el país, estableciendo una visión sistémica que introduzca mayor coherencia e integralidad al aprovechamiento sostenible del potencial de biodiversidad, al desarrollo del agro colombiano, al potencial productivo de los mares y sus recursos, a la gestión del riesgo de desastres, a la defensa y seguridad nacional , al fortalecimiento de la nanociencia y nanotecnología, al aumento sustantivo de los recursos energéticos, y al desarrollo humano, la gobernabilidad y los derechos humanos.

Afortunadamente, frente a tales desafíos hoy se vislumbran importantes esfuerzos estatales para financiar proyectos de investigación, otorgamiento de becas y préstamos para adelantar estudios en el exterior y desarrollo de formas de cooperación internacional. A pesar de los rezagos frente a otros países, permanentemente se siguen creando grupos de investigación (pasando de 340 en 1998 a 2725 registrados en 2006), se siguen generando patentes (así la mayoría sean de extranjeros), y se siguen publicando conocimiento científico en revistas reconocidas por la comunidad científica (OCyT, 2009). La investigación en Colombia se lleva a cabo principalmente en los centros universitarios, entre los que se destacan la Universidad Nacional, la del Valle, Antioquia, Distrital, Los Andes y la Pontificia Universidad Javeriana. Esto muestra una realidad polarizada entre instituciones de "elite investigativa" y otras que poco o nada aportan en este campo. Desde las universidades aunque se comienza a trabajar en el tema, aun falta fortalecer el trabajo en equipo, como un factor de comunicación y sensibilidad social que permite formas más efectivas de producción de conocimiento científico eliminando la gestión de la ciencia de manera aislada (Rubinstein, 2007).

Lograr constituir no solo dicho trabajo en equipo, sino redes de conocimiento, cooperación inter e intra institucional (pública y privada), responsabilidad conjunta, movilidad de investigadores, comunicación horizontal y vertical, y recursos compartidos, podría asegurar la consolidación ágil, oportuna, robusta y eficiente de más numerosos Programas de Investigación sustentados sobre bases estatales mucho más sólidas y con un rigor científico mucho más alto que el actual, de manera que las nuevas teorías desarrolladas bajo este esquema estén mejor fundamentadas y por ende expliquen y predigan mucho mas lo hechos objetos de estudio.

El trabajo desde la universidad se vuelve de alta relevancia al considerar aquellos factores sobre los cuales el estado y la sociedad deben focalizar los esfuerzos. Es simplista argumentar que la universidad está aislada de la realidad que la rodea y más aun cuando su estructura es el reflejo del aparato político, económico y social que define su papel. La generación de redes institucionales de conocimiento, con la universidad como agente clave, requiere revertir la baja correlación tratada por el Departamento Nacional de Planeación (2006) y muchos otros (Rubinstein, 2007; Velez, 1984; Restrepo, 1982; Pino, 2005; Ordoñez, 2000), mediante un examen muchísimo más detallado sobre las verdaderas necesidades del país, sus organizaciones y la sociedad. Los esfuerzos deben estar en función de los objetivos nacionales, del bien común y además de soluciones reales y ajustadas a nuestros verdaderos problemas. Por supuesto, en muchas ocasiones el intercambio e interacción con agentes e intereses internacionales será necesaria, pero siempre debe propenderse por buscar esquemas que favorezcan la realidad nacional. Lo que se plantea y de acuerdo con Velez (1984), es que el estudiante y el profesor puedan reflexionar críticamente sobre su propia realidad, que no es lo mismo que reflexionar sobre textos y modelos de análisis, sino plantear investigaciones que satisfagan necesidades surgidas de nuestro propio estilo de vida. Buena parte de la investigación que se hacer en nuestro país y nuestro continente, responde más a la urgencia de los países desarrollados que a nuestra propia realidad (Velez, 1984; Rubistein, 2009).

Una muestra interesante de cómo esta focalización de esfuerzos puede ser plausible, es la investigación médica en Colombia. Lo que la caracteriza es fundamentalmente, la aplicación de tecnologías desarrolladas universalmente y aprehendidas por nuestros investigadores en centros de excelencia, a la solución de problemas de prevalecía local pero después proyectables a la patología universal. Esto no demerita en nada la investigación médica colombiana, sino al contrario la coloca en un sitio ventajoso a nivel latinoamericano. Pese a que las publicaciones colombianas no sean ni las más numerosas ni las más citadas, revistas médicas colombianas son reconocidas por su altísima calidad pero por falta de continuidad o periodicidad han frustrado algunas veces su reconocimiento científico a nivel mundial. Otro aspecto favorable es la destinación de importantes recursos a la investigación por parte de Colciencias y por ende la proliferación de investigaciones biomédicas (Otero, 2000).

El desafío es muy grande, pues en la mayoría de los principales centros urbanos, la participación que tiene la universidad en el desarrollo regional es muy limitado; mucho menos es su influencia en las regiones más alejadas y en las fronteras del país, donde la infraestructura y disponibilidad tecnológica es muy precaria y los incentivos para la investigación son casi inexistentes. Sumado a esta problemática, se encuentra el enfoque comercial con el que muchas universidades despliegan su operación, produciendo un deterioro en el sistema universitario, la calidad educativa y el desenfoque en la oferta de programas realmente necesarios a la sociedad por cursos de moda o atractivos por extranjerismos sin fundamento (Cure y Guerrero, 2006).

La importancia del papel de la ciencia en Colombia, es mucha, más para un país que necesita encontrar soluciones creativas a sus problemas inmediatos como la pobreza, el conflicto armado, las deficiencias de competitividad en sus empresas, la generación de alternativas para los desplazados y reinsertados (Cure y Guerrero, 2006). Esto exige la presencia activa no solo de las universidades sino de todo el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Se requieren la presentación y desarrollo de ideas aterrizadas que también sean solidarias con el medio en que vivimos. Un requerimiento como este, implica un urgente llamado al cierre de la notable brecha entre la teoría y la práctica donde el problema empeora entre más se alejan los modelos abstractos académicos y la realidad que demanda conocimiento popular local y también científico (Mejía, 2002). La separación de estos dos aspectos se encuentra relacionada también con la falta de pertenencia y compromiso por estudiar problemas del ámbito regional; se enseñan y aprenden modelos foráneos y sobre supuestos y casos de otros países; no se aprovecha la disponibilidad con la que se cuenta directamente para hacer experimentación en campo, la vivencia y la retroalimentación directa al trabajar sobre un escenario local (Cure y Guerrero, 2006).

Lo anterior conlleva a reflexionar sobre cuál debe ser el verdadero compromiso del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, con la sociedad y con el sistema productivo colombiano. Definir este compromiso es decantar y construir un panorama que asocie la problemática del país frente a las soluciones a las que puede llegarse empleando los vehículos de la ciencia. El Departamento Nacional de Planeación (2006), y la denominada Misión de sabios (Aldana et al, 1996), han avanzado en la construcción de este panorama, e incluso formulando perspectivas estratégicas y de largo plazo fundamentadas en principios tales como: la contribución al incremento de los estándares de vida de la sociedad y la generación de la riqueza y progreso económico sostenido mediante la ciencia, la tecnología y la innovación; la creación y consolidación de capacidades humanas para construir una sociedad y economía del conocimiento; la participación activa y coordinada de los generadores, mediadores y usuarios del conocimiento; y la promoción de actividades científicas y tecnológicas por parte del Estado, orientada a la prevención y solución de problemas nacionales y a dinamizar el desarrollo de las regiones. Lo importante es que el verdadero compromiso a definir y sobre el cual de instaurarse el plan estratégico de ciencia para Colombia, corresponda a los principios mencionados y tenga metas claras y alcanzables para eliminar el rezago tecnológico y social del país.

No obstante, y como es obvio, la ciencia no solo depende de esfuerzo y compromiso, también demanda recursos económicos. Cuando hablamos de largo plazo, debemos considerar la necesidad de trabajar contra un plan estatal de inversiones en ciencia donde todos los criterios financieros de retornos, intereses, financiación, rubros y responsabilidades de ejecución y control estén plenamente definidos. Se debe empezar por conciliar financieramente la consideración de la ciencia como un gasto, lo cual obedece a una acción de disminuir una cantidad dada a partir de su uso, el cual tiene un destino específico; un gasto no se recupera, por lo tanto no puede equipararse con una inversión, la cual obedece a una acción de destinar unos recursos a un propósito especifico y esperar un beneficio a cambio. Los beneficios podrían estar representados en dinero o impacto social, por lo tanto esta nueva concepción asegura viabilidad, sostenibilidad e incluso rentabilidad (en algunos proyectos de investigación) de todo el andamiaje que se pueda estructurar con un plan estratégico de ciencia (Salazar et al, 2006).

Considerando temas de inversión, además de asegurar disponibilidad presupuestal para la ciencia en Colombia y tener un horizonte claro en el incremento frente al PIB (2% para el 2009), es necesario que los esfuerzos del estado y los agentes que participan en la ejecución de los recursos, diseñen, adopten, mantengan y mejoren una serie de controles sistemáticos que aseguren que los recursos disponibles para la ciencia, sean -por lo menos en lo mínimo posible- invulnerables a factores de corrupción, desvío de fondos, proyectos injustificables, fugas y malos manejos financieros. Es importante resaltar que un esfuerzo tan grande para la consolidar las fuentes y conseguir los recursos, no puede ser opacado por gestión deficiente al momento de ejecutar y controlar. Por lo que es clave someterse a esquemas de auditorias, controles internos, sistemas de gestión de calidad– transparencia, gestión de riesgos financieros y veedurías internacionales que mitiguen la malversación de estos fondos.

Para concluir, y de acuerdo lo las ideas de Patarroyo (1998), no solo basta con saber que la ciencia en Colombia es aún incipiente si se compara contra el resto del mundo, sino en determinar e identificar claramente cuáles son los retos que se deben afrontar. Se requiere afrontar estos retos considerando a la ciencia como una fuerza motriz del progreso de los pueblos, solucionando los problemas reales de la sociedad colombiana y además siguiendo una línea de continuidad a largo plazo, con un manejo estratégico del tema, estableciendo objetivos concretos, resultados claros, exigiendo una participación activa y aterrizada a la Universidad y gestionando los recursos de acuerdo a las mejores prácticas y controles financieros disponibles.

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Autor:

Germán Guillermo Torres Hernández

Ingeniero Industrial – Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Maestría en Ingeniería Industrial (c) – Pontificia Universidad Javeriana

Gerente General Ingeteknia Consultores Ltda

Bogotá DC, Colombia.

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